Confesión de Fe

Inicio » Confesión de Fe

La presente confesión es una adaptación de la Confesión Bautista de Fe de New Hampshire de 1833, siendo un extracto de la más reconocida confesión bautista, la Confesión Bautista de Fe de Londres de 1689. Teniendo en cuenta la contextualización de cada iglesia local, se ha editado y agregado a la confesión puntos importantes que ponen en claro la postura de los miembros de Familia Fiel – Iglesia Bíblica Bautista en el presente siglo XXI.

1. Sobre las mismas Escrituras

Creemos que La Santa Biblia fue escrita por hombres divinamente inspirados, y que es el recurso[1] perfecto de instrucción celestial[2]; que tiene a Dios por autor, por objetivo la salvación, y por contenido la verdad sin mezcla ninguna de error[3], que revela los principios según los cuales Dios nos juzgará[4]; siendo por lo mismo, y habiendo de serlo hasta la consumación de los siglos, centro verdadero de la unión cristiana, y norma suprema a la cual se debe sujetar todo juicio que se forme de la conducta, las creencias y las opiniones humanas.

[1] Orig. ‘tesoro’.
[2] 2 Ti. 3:16, 17; 2 P. 1:21; 2 S. 23:2; Hch. 1:16.
[3] Pr. 30:5, 6; Jn 17:17; Ro. 3:4; Ap. 22:18, 19.
[4] Ro. 2:12; 1 Co. 4:3, 4; Lc. 10:10-16; 12:47, 48.

2. Sobre el Dios Verdadero

Creemos que Las Sagradas Escrituras enseñan que hay un Dios vivo y verdadero, y que es el único Dios que hay, Espíritu infinito e inteligente, cuyo nombre es YAHWEH (Yahvé o Jehová)[1], Hacedor y Arbitro Supremo del cielo y de la tierra[2], indeciblemente glorioso en santidad[3],  y merecedor de toda la honra, confianza y amor posibles[4]; que en la unidad de la Divinidad existe en[5] tres personas que son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo[6]; iguales[7] en toda perfección divina, desempeñan oficios distintos, pero que armonizan en la grande obra de la redención.

[1] Transliteración del nombre hebreo YHWH (Tetragrámaton).
[2] Jn. 4:24; Sal. 147:5; He. 3:4; Ro. 1:20; Jer. 10:10.
[3] Éx. 15:11; Is. 6:3; 1 P. 1:16; Ap. 4:6-8.
[4] Mr. 12:30; Ap. 4:11; Mt. 10:37; Jer. 2:12, 13.
[5] Orig. ‘existen.’
[6] Mt. 28:19; Jn. 15:26; 1 Co. 12:4-6.
[7] Orig. ‘iguales estos en…’

3. Sobre la Caída del Hombre

Creemos que Las Sagradas Escrituras enseñan que el hombre fue creado en santidad, sujeto a la ley de su Hacedor[1]; pero que por su actitud de rebeldía y desprecio hacia Él[2] cayó de aquel estado santo y feliz[3]; por cuya causa todo el género humano es ahora pecador[4], no por fuerza, sino por su voluntad, hallándose por naturaleza enteramente desprovisto de la santidad que requiere la ley de Dios, decididamente[5] inclinado a lo malo, y por lo mismo bajo justa condenación[6], sin defensa ni excusa que le valga[7].

[1] Gn. 1:27; 2:16; Ecl. 7:29; Hch. 17:26.
[2]Orig. ‘por la transgresión voluntaria’
[3] Gn. 3:6-24; Ro. 5:12.
[4] Ro. 5:19; Jn. 3:6; Sal. 51:5; Ro. 5:15-19; 8:17.
[5] Orig. ‘positivamente.’
[6] Ef. 2:3.
[7] Ez. 18:19, 20; Ro. 3:19; Gá. 3:22.

4. Sobre el Camino de la Salvación

Creemos que Las Sagradas Escrituras enseñan que la salvación de los pecadores es completamente[1] gratuita[2], en virtud de la obra intercesora del Hijo de Dios[3]; quien cumpliendo la voluntad del Padre, se hizo hombre, pero exento del pecado[4]; honró la ley divina con su obediencia personal y con su muerte fue propicio[5] por nuestros pecados[6], resucitando después de entre los muertos y desde entonces sentándose en Su trono en los cielos; que reúne en su persona gloriosa la sensibilidad y la justicia divinas[7], teniendo así[8] las cualidades que requiere un Salvador idóneo, compasivo y omnipotente[9].

[1] Orig. ‘puramente.’
[2] Ef. 2:5; Mt. 18:11; 1 Jn 4:10; 1 Co. 3:5-7; Hch. 15:11.
[3] Jn 3:16.
[4] Fil. 2:6, 7.
[5] Orig. ‘dio plena satisfacción…’
[6] Is. 53:4, 5.
[7] Orig. ‘las simpatías más tiernas y las perfecciones divinas…’
[8] Orig. ‘teniendo así de todas formas…’
[9] He. 7:25.; Col. 2:9.

5. Sobre la Justificación

Creemos que Las Sagradas Escrituras enseñan que la justificación es el gran bien del Evangelio que asegura Cristo[1] a los que en Él tengan fe[2], incluyendo[3]: el perdón del pecado[4] y el don de la vida eterna de acuerdo con los principios de la justicia; que la otorga exclusivamente por medio de la fe[5] y no por consideración de ninguna obra[6] de justicia que hagamos, imputando[7] Dios gratuitamente mediante esta fe la justicia perfecta de Jesús[8], introduciéndonos en[9] un estado altamente bienaventurado de paz y favor con Él, haciendo[10] nuestros ahora y para siempre todos los demás bienes que hubiéremos de necesitar[11].

[1] Jn 1:16; Ef. 3:8.
[2] Hch. 13:39; Is. 3:11, 12; Ro. 5:1.
[3] Orig. ‘que incluye esta justificación…’
[4] Ro. 5:9; Zac. 13:1; Mt. 9:6; Hch. 10:43.
[5]Orig. ‘fe en Él…’
[6] Orig. ‘ningunas obras…’
[7]Orig. ‘imputándonos’
[8] Orig. ‘Aquel’. Ro. 5:19; Ro, 3:24-26; 4:23-25; Jn 2:12.
[9] Orig. ‘que nos introduce a…’
[10] Orig. ‘y hace…’
[11] Ro. 5:1, 2.

6. Sobre el Carácter Gratuito de la Salvación

  1. Creemos que Las Sagradas Escrituras enseñan que el Evangelio hace gratuitos[1] todos los bienes de la salvación[2]; que es deber de todos aceptarlos inmediatamente con fe sincera[3], contrita[4] y obediente[5], y que el único obstáculo para la salvación del peor pecador de la tierra es su propia depravación resuelta y su desprecio voluntario del Evangelio[6], desprecio que le acarrea terrible condenación[7].
[1] Orig. ‘gratuitos a…’
[2] Is. 55:1; Ap. 22:17.
[3] Orig. ‘cordial.’
[4] Orig. ‘arrepentida.’
[5] Hch. 17:30; Ro. 16:26; Mr. 1:15; Ro. 1:15-17.
[6] Jn 5:40; Mt. 23:37; Ro. 9:32.
[7] Jn 3:19; Mt. 11:20; Lc. 19:27; 2 Ts. 1:8.

7. Sobre la Regeneración

  1. Creemos que Las Sagradas Escrituras enseñan que para ser salvo hay que ser regenerado, es decir[1] nacer de nuevo[2]. Consiste[3] en dotar a la mente de una disposición santa[4], que es efectuada de una manera que no está́ al alcance de nuestra inteligencia, sino[5] por el poder del Santo Espíritu en unión con la verdad divina[6], consiguiéndose así́ que voluntariamente obedezcamos al Evangelio[7] y que se evidencia por[8] los frutos santos de arrepentimiento, fe y cambio[9] de vida[10].
[1] Orig. ‘o nacer de nuevo…’
[2] Jn 3:3, 6; l Co. 1:14; Ap. 8:7-9; 21:27.
[3] Orig. ‘que consiste la regeneración…’
[4] 2 Co. 5:17; Ez. 36:26; Dt. 30:6; Ro. 2:28, 29.
[5] Agregado.
[6] Jn 1:13; 3:8; Stg. 1:16-18; 1 Co. 1:30; Fil. 2:13.
[7] 1 P. 1:22, 23; 1 Jn 5:1; Ef. 4:20-24; Col. 3:9-11.
[8] Orig. ‘se ve evidencia realmente en…’
[9] Orig. ‘novedad’.
[10] Ef. 5:9; Ro. 8:9; Gá. 5:16-23; Ef. 3:14-21; Mt. 3:8-10; 7:20; 1 Jn 5:4, 18.

8. Sobre el Arrepentimiento y la Fe

Creemos que Las Sagradas Escrituras enseñan que son deberes sagrados el arrepentimiento y la fe, y asimismo gracias inseparables, labradas en el alma por el Regenerador Espíritu de Dios[1]; con ellos[2] somos profundamente convencidos de nuestra culpa, nuestro mal[3] y nuestra impotencia, como también del camino de salvación mediante Cristo[4], volviéndonos[5] hacia Dios sinceramente contritos, confesándonos con Él y rogando misericordia, humildemente[6] reconociendo a la vez al Señor Jesucristo por profeta, sacerdote y rey nuestro, en quien exclusivamente confiamos en calidad de Salvador único y omnipotente[7].

[1] Mr. 1:15; Hch. 11:18.; 1 Jn 5:1.
[2] Orig. ‘las cuales…’
[3] Orig. ‘peligro’.
[4] Jn. 16:8; Hch. 2:38; 16:30, 31.
[5] Orig. ‘nos volvemos…’
[6] Orig. ‘cordialmente’
[7] Ro. 10:9-11; Hch. 3:22, 23; He. 4:14.

9. Sobre el Propósito de la Gracia de Dios

  1. Creemos que Las Sagradas Escrituras enseñan que la elección es el propósito eterno de Dios según el cual Él, misericordiosamente regenera, santifica y salva a los pecadores[1]; que siendo este propósito consistente con la voluntad humana, abarca todos los medios en conexión junto con el fin[2], mostrando la gloriosa bondad soberana[3]; infinitamente gratuita, sabia, santa e inmutable[4]; que absolutamente excluye la jactancia y promueve la humildad, el amor, la oración, la alabanza, la confianza en Dios y una imitación activa de su misericordia[5]; que estimula el uso de los medios de crecimiento espiritual[6] en el nivel más elevado[7]; que puede conocerse viendo los efectos en todos los que realmente[8] creen en el Evangelio[9]; que es el fundamento de la seguridad cristiana[10], mereciendo[11] suma diligencia de nuestra parte[12].
[1] 2 Ti. 1:8, 9.
[2] 2 Ts. 2:13, 14.
[3] Orig. ‘que sirve de manifestación gloriosísima de la bondad divina soberana…’ 1 Co. 1:26-31; 4:7; Ro. 3:27.
[4]Éx. 33:18-19; Mt. 20:15; Ef. 1:11; Ro. 9:23-24; Jer. 31:3; Ro. 11:28-29; Stg. 1:17-18; 2 Ti 1:9; Ro. 11:32-36.
[5] 2 Ti. 2:10; 1 Co. 9:22; Ro. 8:28, 30.
[6] Orig. ‘al uso de los medios…’
[7] 2 Ti. 2:10; 1 Co. 9:22; Ro. 8:28-30; Jn. 6:37-40; 2 P. 1:10.
[8] Orig. ‘de veras…’
[9] 1 Ts. 1:4-10.
[10] Ro. 8:28-31; 11:29; Is. 42:16.
[11] Orig. ‘y que cerciorarnos de esto en cuanto personalmente nos concierne exige y merece…’
[12] 2 P. 1:10-11; Fil. 3:12; He. 6:11.

10. Sobre la Santificación

  1. Creemos que Las Sagradas Escrituras enseñan que la santificación es un proceso mediante el cual de acuerdo con la voluntad de Dios se nos hace partícipes de su santidad[1]; que es[2] progresiva[3], iniciada con[4] la regeneración[5]; que la desarrolla en el corazón del creyente por la presencia y poder del Espíritu Santo, Sello[6] y Consolador, en el uso continuo de los medios de gracia[7], sobre todo la Palabra de Dios, el examen personal, la abnegación, la vigilancia y la oración[8].
[1] 1 Ts. 4:3; 5:23; 2 Co. 7:1; 13:9; Ef. 1:4.
[2] Orig. ‘que es obra…’
[3] Pr. 4:18; 2 Co. 3:18; He. 6:1; 2 P. 1:5-8; Fil. 3:12-16.
[4] Orig. ‘que principia con’
[5] 1 Jn. 2:29; Ro. 8:5; Jn. 3:6; Fil. 1:9-11; Ef. 1:13-14.
[6] Orig. ‘Sellador.’
[7] Orig. ‘señalados.’
[8] Fil. 2:12, 13; Ef. 4:11, 12; 1 P. 2:2; 2 P.3:18; 2 Co. 13:5; Lc. 11:35; 9:23; Mt. 26:41; Ef. 4:30; 6:18.

11. Sobre la Perseverancia de los Santos

  1. Creemos que Las Sagradas Escrituras enseñan que solo los que creen verdaderamente permanecerán hasta el fin[1]; que su lealtad perseverante a Cristo es la señal suprema[2] que los distingue de los que hacen profesión superficial[3]; que una providencia especial vela[4] por su bien[5] y que son guardados por el poder de Dios mediante la fe para alcanzar la salvación[6].
[1] Jn. 8:31; 1 Jn. 2:27, 28; 3:9; 5:18.
[2] Orig. ‘ilustre’.
[3] 1 Jn. 2:19; Jn 6:66-69; 13:18; Mt. 13:20, 21; Job 17:9.
[4] Orig. ‘vigila’.
[5] Ro. 8:28; Mt. 6:30-33; Jer. 32:40; Sal. 91:11, 12; 121:3.
[6] Fil. 1:6; 2:12, 13; Jud. 24, 25; He. 1:14; 13:5; 2 R. 6:16; 1 Jn. 4:4; 1 P. 1:5.

12. Sobre la Armonía entre la Ley y el Evangelio

Creemos que Las Sagradas Escrituras enseñan que la Ley de Dios es la norma eterna e invariable de su gobierno moral[1]; que es santa, justa, y buena[2]; que la inhabilidad que Las Sagradas Escrituras atribuyen a los hombres caídos para no cumplir los preceptos de Dios procede enteramente de su amor al pecado[3]; que libertarles de ella y restituirles mediante un Mediador a la obediencia no fingida a la Santa Ley, es un gran fin del Evangelio y gran fin también de los medios de gracia asociados con el establecimiento de la Iglesia visible[4].

[1] Ro. 3:20, 31; 4:15; Mt. 5:17; Lc. 16:17.
[2] Ro. 7:7, 12, 14, 22; Gá. 3:21; Sal. 119.
[3] Ro. 8:7, 8; Jos. 24:19; Jer. 13:23; Jn. 6:44; 5:44.
[4] Ro. 8:2-4; 10:4; 1 Ti. 1:5; He. 8:10; 12:11; Jud. 20, 21; Mt. 16:17-18; 1 Co. 12:28.

13. Sobre Una Iglesia del Evangelio

Creemos que Las Sagradas Escrituras enseñan que una iglesia visible de Cristo es una congregación de creyentes bautizados[1] asociados mediante un pacto en la fe y la comunión del Evangelio[2], la cual practica las ordenanzas de Cristo[3] y es gobernada por sus leyes[4]; ejerce los dones, derechos y privilegios que a ella otorga la palabra del mismo[5] y cuyos oficiales bíblicos son pastores (a veces llamados ancianos[6] u obispos) y los diáconos[7], cuyos requisitos, derechos y deberes son definidos en las epístolas a Timoteo y a Tito.

[1] 1 Co. 1:1-13; 4:17; 14:23; Mt. 18:17; Hch. 5:11; 8:1; 11:31; 1 Ti. 3:5.
[2] Hch. 2:41, 42, 47; 2 Co. 8:5; 1 Co. 5:12-13.
[3] 1 Co 4:11; 5:6; 11:2, 23; 2 Ts. 3:6; Ro. 16:17-20; Mt. 18:15-20; 2 Co. 2:7.
[4] Mt. 28:20; Jn. 14:15, 21; 15:12; 1 Jn. 4:21; 1 Tes. 4:2; 2 Jn. 6; Gá. 6:2; Todas las Epístolas.
[5] Ef. 4:7; 1 Co. 12:14; 14:12; Fil. 1:27.
[6] Agregado.
[7] Fil. 1:1; Hch. 14:23; 15:22; 1 Ti. 3; Tito 1.

14. Sobre el Bautismo y la Cena del Señor

Creemos que Las Sagradas Escrituras enseñan que el bautismo cristiano es la inmersión en agua del que tenga fe en Cristo[1]; hecha en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo[2], a fin de proclamar públicamente la[3] fe en el Salvador crucificado, sepultado y resucitado y también el efecto de la misma fe, es decir[4] nuestra muerte al pecado y resurrección a una vida nueva[5]; que el bautismo es requisito previo a los privilegios de la relación con la Iglesia y a la participación en la Santa Cena[6], en la cual los miembros de la Iglesia por el uso sagrado del pan y del vino conmemoran juntos el amor de Cristo demostrado en su muerte[7], precedido siempre de un examen personal sincero[8] de quien participa[9].

[1] Hch. 8:36-39; Mt. 3:5, 6; Jn. 3:22, 23; 4:1, 2; Mt. 28:19; Mr. 16:16; Hch. 2:38; 8:12; 16:32-34; 18:8.
[2] Mat. 28:19; Hch. 10:47, 48; Gá. 3:27, 28.
[3] Orig. ‘mediante hermoso emblema solemne, esta…’
[4] Orig. ‘a saber’…
[5] Ro. 6:4; Col. 2:12; 1 P. 3:20-21; Hch. 22:16.
[6] Hch. 2:41, 42; Mt. 28:19, 20; Hechos de los Apóstoles y Las Epístolas.
[7] 1 Co. 11:26; Mt. 26:26-29; Mr. 14:22-25; Lc. 22:14-20.
[8] Orig. ‘solemne.’
[9] Orig. ‘del participante…’ 1 Co. 5:1, 8; 10:3-32; 11:17-32; Jn. 6:26-71.

15. Sobre el Día del Señor

Creemos que Las Sagradas Escrituras enseñan que el Día del Señor debe ser un día de reposo dominical[1] cristiano[2]; que debe ser consagrado para fines piadosos y edificantes[3], por medio de dedicarse a la observancia de los medios de gracia[4] tanto privados[5] como públicos,[6] como imagen del[7] descanso que le espera al pueblo de Dios[8].

[1] Agregado.
[2] Hch. 20:7; Gn. 2:3; Col. 2:16, 17; Mr. 2:27; Jn. 20:19; 1 Co. 16:1, 2.
[3] Orig. ‘religiosos.’ Éx. 20:8; Ap. 1:10; Sal. 118:24.
[4] Is. 56:2-8; 58:13, 14.
[5] Sal. 118:15.
[6] Hch. 10:24, 25; 11:26; 13:44; Lv. 19:30; Éx. 46:3; Lc. 4:16; Hch. 17:2, 3; Sal. 26:8; 87:3.
[7] Orig. ‘y por medio de prepararse para el…’
[8] He. 4:3-11.

16. Sobre el Gobierno Civil

Creemos que Las Sagradas Escrituras enseñan que el gobierno civil existe por disposición divina para los intereses y buen orden de la sociedad humana[1], y que debemos orar por los magistrados honrándolos en conciencia y obedeciéndoles[2], salvo en cosas que sean opuestas a la voluntad de nuestro Señor Jesucristo[3], quien es el único Señor de la conciencia y Príncipe de los reyes de la tierra[4].

[1] Ro. 13:1-7; Dt. 16:18; 2 S. 23:3; Éx. 18:23; Jer. 30:21.
[2] Mt. 22:21; Tit. 3:1; 1 P. 2:13: 1 Ti 2:1-8.
[3] Hch. 5:29; Mt. 10:28; Dn. 3:15-18; 6:7-10; Hch. 4:18-20.
[4] Mt. 23:10; Ro. 14:4, 9-13; Ap. 19:16; Sal. 72:11; Sal. 2.

17. Sobre los Justos y los Impíos

Creemos que Las Sagradas Escrituras enseñan que hay una diferencia radical y de esencia entre los justos y los impíos[1]; que los primeros[2] por medio de la fe, son justificados en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y santificados por el Espíritu de nuestro Dios, siendo de su entera[3] estimación[4]; mientras que todos los que siguen impenitentes e incrédulos son impíos a[5] su vista y están[6] bajo maldición[7]; tal distinción dura tanto en la vida como después de la muerte[8].

[1] Mal. 3:18; Pr. 12:26; Is. 5:20; Gn. 18:23; Jer. 15:19; Hch. 10:34-35; Ro. 6:16.
[2] Orig. ‘y que aquellos tales que …’
[3] Orig. ‘son los justos verdaderos de su …’
[4] Ro. 1:17; 6:18-22; 7:6; 1 Jn. 2:29; 3:7; 1 Co. 11:32; Pr. 11:31; 1 P. 4:17-18.
[5] Orig. ‘en.’
[6] Agregado.
[7] 1 Jn. 5:19; Gá. 3:10; Jn. 3:36; Is. 55:6, 7; 57:21; Sal. 10:4.
[8] Pr. 14:32; Lc.16:25; Jn. 8:21, 24; 12:25-26; Pr.10:24; Lc. 12:4, 5; 9:23-26; Ecl. 3:17; Mt. 13:14.

18. Sobre el Mundo Venidero

Creemos que Las Sagradas Escrituras enseñan que se acerca el fin del mundo[1]; que en el día postrero Cristo descenderá del cielo[2] y levantará a los muertos del sepulcro a la retribución final[3]; que entonces se hará una separación marcada[4]: los[5] impíos serán sentenciados al castigo eterno y los justos al gozo sin fin[6], y que este juicio fijará para siempre el estado final de los hombres en el cielo o en el infierno sobre los principios de justicia[7].

[1] 1 P. 4:7; 1 Co. 7:29-31; He. 1:10-12; Mt. 24:35; 1 Jn. 2:17; Mt. 28:20; 13:39-40; 2 P. 3:3-13.
[2] Hch. 1:11; 3:21; Ap. 1:7; He. 9:28; 1 Ts. 4:13-18; 5:1-11.
[3] Hch. 24:15; 1 Co. 15:12-59; Lc. 14:14; Dn. 12:2; Jn. 5:28, 29; 6:40; 11:25-26; 2 Ti. 1:10; Hch. 10:42.
[4] Orig. ‘solemne.’ Mt. 13:37-43; 49; 24:30, 31; 25:31-33.
[5] Orig. ‘que los…’
[6] Mt. 25:35-46; Ap. 22:11; 1 Co. 6:9-10; Mr. 9:43-48; 2 P. 2:9; Jud. 7; Fil. 3:19; Ro. 6:22; 2 Co. 4:18; 5:10, 11; Jn. 4:36.
[7] Ro. 2:2-16; 3:5, 6; 2 Ts. 1:6-12; He. 6:1-2; 1 Co. 4:5; Hch. 17:31; Ap. 20:11, 12; 1 Jn. 2:28; 4:17; 2 P. 3:11, 12.

19. Sobre el Complementarismo

Creemos que Las Sagradas Escrituras enseñan que el hombre y la mujer son ambos creados a la imagen de Dios[1], lo cual implica que ambos tienen la misma importancia y el mismo valor esencial dado por Dios. Sin embargo, los roles no son los mismos[2], ambos existen para complementarse uno al otro en roles, capacidades y autoridad en las diferentes esferas de la sociedad humana. De esa manera, creemos que el hombre tiene el llamado a ser cabeza y líder, ejerciendo un liderazgo amoroso y servicial[3], mientras que la mujer tiene el llamado a ser ayuda idónea para el hombre[4], apoyando gozosamente el liderazgo del hombre por medio de sus dones y capacidades en sumisión piadosa[5].

[1] Gn.1:27; 1 Co. 11:11, 12; Gá. 3:28.
[2] Gn. 2:15-18, Ef. 5:22-24.
[3] Gn. 2:24; Ef. 5:25-30.
[4] Gn 2:18.
[5] 1 Co. 11:3; Ef. 5:22-24.
Todos los puntos están soportados por sus textos bíblicos respectivos. Para más información solicite una copia original de la Confesión de Fe.